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Principiante

Una toma: Los árboles genealógicos

Un pequeño desvío para tomar una fotografía inolvidable

Foto de Layne Kennedy de álamos en un vivero de árboles

© Layne Kennedy

D800, AF-S NIKKOR 80-400mm f/4.5-5.6G ED VR (a 360 mm), 1/160 segundo, f/22, ISO 200, exposición manual, medición matricial.

Las voces del asiento trasero eran insistentes: “No, no nos detengamos... vayamos a la playa... ¿Cuánto tiempo va a llevar esto?”

Layne Kennedy y su esposa e hijos se encontraban de vacaciones en España; estaban saliendo de Granada hacia la costa, cuando Layne vio las hileras de árboles. En un abrir y cerrar de ojos, ya había salido del auto y estaba entrando al bosque.

Allí surgió un problema.

“Estaba de vacaciones, por lo tanto no había llevado el trípode”, dice Layne, “así que tuve que sostener con la mano la 80-400 mm y no logré obtener la profundidad de campo que deseaba a la velocidad a la que tenía que disparar”. Tuvo que decidir en qué árboles enfocarse y dónde permitir la atenuación de la nitidez de la imagen. Mientras caminaba y se adentraba en el bosque, ya podía imaginarse lo que estaba sucediendo en el auto: “Oh, no... se está alejando... vamos a tardar horas”.

Los hijos de Layne ya habían pasado la etapa del “¿ya llegamos?”, en el momento de las vacaciones tenían 24, 26 y 28 años, y ya conocían las situaciones fotográficas de “esto solo tomará un minuto”.

“Conseguí la toma que quería”, dice Layne, “pero las molestias provenientes del asiento trasero aumentaron justo en el momento en que decidí encontrar a alguien que me pudiera brindar información de los árboles, qué especies eran y por qué se plantaron en hileras uniformes”. Por un lado, Layne quería satisfacer la curiosidad y, por el otro, obtener información sobre la leyenda; para los niños fue un retraso al 100 %.

“Encontré a una anciana en uno de los edificios cercanos”, dice Layne, “pero ella no hablaba inglés ni yo español, por lo que intentamos comunicarnos a través de gestos manuales, pantomimas y la foto que había tomado. Nada funcionó. Sin embargo, ingresó al edificio y sacó una silla de madera. Señaló el bosque, luego la silla y allí lo descubrí. La plantación de álamos se realiza de esa manera porque es más fácil talarlos para construir muebles y conocen el lugar exacto donde plantarlos debido a que saben con precisión cuánto lugar ocupan. La abracé con alegría, entré la silla y me despedí. Sin embargo, cuando nos estábamos yendo, salió corriendo con una pequeña bandeja en las manos y, a través de la ventana del asiento trasero, nos convidó unas galletas calientes, recién salidas del horno”.

Fue un momento que la familia jamás olvidará. “A medida que los niños crecían, invitaba a uno por año a que me acompañara en una tarea”, dice Layne. “Quería presentarlos al mundo y mostrarles lo que hice como fotógrafo y por qué me ausentaba durante, en ocasiones, tres semanas. La paciencia y amabilidad de la mujer fue lo que siempre esperé que pudieran presenciar y compartir”.